La armónica es un instrumento de lengüeta libre, lo que significa que la lengüeta que produce el sonido vibra libremente cuando soplas o aspiras. En otros instrumentos de lengüeta, como clarinetes o saxofones, la lengüeta vibra contra una superficie. Esta libertad de movimiento le da a la armónica algunas de sus cualidades únicas.
Uno de los instrumentos más antiguos conocidos de lengüeta libre es el sheng, un dispositivo de bambú que se tocó hace más de 5.000 años en China. El nombre significa ‘voz sublime’ y todavía se tocan ejemplares en China y Tailandia. Pero, hasta donde nosotros sabemos, no fue hasta el siglo XIX cuando se fabricó en Europa un instrumento que utilizara los principios de lengüeta libre.
Al menos nueve personas diferentes se han acreditado como inventores de la armónica. Se cree que Christian Friedrich de Berlín fue el pionero en la idea en 1821, pero la invención también se atribuye, a menudo, a un joven relojero llamado Christian Buschmann. Quienquiera que fuese, la idea se extendió rápidamente y las Armónicas, o ‘arpas de boca’, pronto fueron fabricadas en varios centros europeos. Estos primeros instrumentos eran todavía muy diferentes a las armónicas que hoy conocemos.
Entre 1845 y 1865, la armónica comenzó a estandarizarse en cuatro tipos distintos: la Vienesa Octavada y los modelos de Trémolo, la Knittlinger y la Richter. En 1896, sin embargo, se sembró la verdadera semilla del éxito mundial de la armónica. Matthias Hohner, que había comprado una armónica a un amigo de Buschmann, creó la Hohner Marine Band, una armónica diatónica del tipo Richter. La Marine Band se convirtió en uno de los instrumentos más importantes en la historia de la música popular moderna.
Hohner envió algunas Marine Band a los Estados Unidos, donde se hicieron populares entre los músicos de los países del Sur. A su vez, los trabajadores negros recién emancipados empezaron a explorar las posibilidades musicales de este instrumento económico, muy portátil. Rápidamente descubrieron su capacidad de ‘llorar’ y ‘gemir’, y reproducir los micro-tonos que formaban parte del patrimonio musical afroamericano. También fue el compañero perfecto para los violines y guitarras con slide que ya estaban siendo utilizados, para hacer la música que se convirtió en el blues. Por la década de 1930, la armónica se estableció como un instrumento virtuoso entre los músicos de blues, y la primera verdadera estrella de la armónica, John Lee ‘Sonny Boy’ Williamson, estaba haciendo discos de éxito en Chicago.
La invención de la armónica cromática llevó la armónica al mundo del jazz, e incluso a las salas de conciertos orquestales. Permitió que cada nota de la escala cromática pudiera ser tocada, sin necesidad de hacer bending de nota, o cambiar de instrumento, y Larry Adler llegó a ser reconocido como su mejor exponente. Luego, en la década de 1960, el sonido de la armónica de John Lennon en ‘Love Me Do’ y ‘Please Please Me’, lanzó a The Beatles al estrellato del pop, mientras que los tonos de armónica lastimeros de Bob Dylan, añadían una energía única a canciones como ‘Like A Rolling Stone’ y ‘Just Like A Woman’.
Hoy en día, virtuosos como Vara Piazza y Kim Wilson, siguen expandiendo las posibilidades de la armónica -o la ‘armónica de blues’, como ya es más conocida-, mientras que Howard Levy ha extendido las capacidades de las humildes armónicas diatónicas Richter a nuevos niveles, con su notable técnica de ‘overblowing’. Con casi 200 años de historia a sus espaldas -o 5000, si tocas el sheng- la armónica todavía tiene un futuro prometedor. Especialmente si comienzas a tocar...