La mayor pega de este soporte es lo engorroso que resulta (des)plegarlo y transportarlo: es muy fácil pilarse los dedos y, puesto que no hay manera de mantener sujetos los pies, te ves obligado a usar una brida de velcro o una goma para mantenerlos sujetos durante el transporte. Hubiese sido de agradecer una bolsa de transporte que ahorrase este problema.
Por otra parte, es muy pesado. No sé hasta qué punto era viable el uso de otro material más ligero e igualmente resistente, pero esto no facilita en nada su ya escasa portabilidad.
En el lado bueno: una vez desplegado es muy estable, salvo por el hecho que no es posible fijar la apertura de las patas (detalle menor), y se adapta como un guante al instrumento. Lo he llegado a emplear, de hecho, para tocar, evitando así ciertas vibraciones provocadas por la pica y que el piezo capta, provocando un sonido similar a una distorsión.
Con todos sus defectos, no he encontrado aún una solución más práctica para reposar el contrabajo.