Como indica su nombre, hablamos de cuencos, en su mayoría hechos de una aleación de metal o, más recientemente, de vidrio de cuarzo, que se hacen vibrar frotándolos o percutiendo sobre ellos con un mazo o con las manos. Dependiendo del tamaño y la naturaleza del cuenco, se generan sonidos característicos de gong o cantos, cuyo carácter y contenido de armónicos pueden verse influenciados por ciertas técnicas de percusión o frotamiento y la selección del mazo.
El hecho es que el origen exacto del cuenco sonoro aún no está claro. Originalmente pensados como cuencos para mendigar y para alimentos, estos instrumentos tenían sus raíces en tradiciones lejanas del este y fueron usados en su forma actual y en otras terminaciones también para los rituales en el Budismo Zen.
Desde 1989, en gran parte gracias a Peter Hess, los cuencos sonoros también han llegado a la sociedad occidental moderna y están disponibles allí como instrumentos musicales, instrumentos de terapia y productos de estilo de vida en numerosas variantes para la desaceleración, la paz interior, la armonía y los puntos de calma en tiempos de ritmo frenético.